martes, 14 de octubre de 2014

Dog Days Are Over

FALTAN 19 DÍAS PARA EL MARATÓN DE NUEVA YORK.

Listoooo, la tortura terminó y el sábado corrí mi última carrera larga, y la más larga de todas...30 kilómetros en el Parque Naucalli, 10 vueltas a un circuito de 3 kilómetros, si lo pienso parece tortura china. Y sin embargo, no me fue nada mal...

Al despertar, mi Garmin decidió que ese día no quería ir a correr conmigo, así que me envió una señal de falla en el sistema, no prendía, no apagaba, salían letras raras, lo conecté nuevamente a la corriente y nada...lo primero que pensé fue que finalmente me podría comprar el Forerunner 920XT (soy una compradora tan obsesiva, que solo compro reemplazos de las cosas cuando las que tengo ya no sirven) y  que para el maratón podría pedir prestado un Garmin o usar el mío anterior aunque no lo pueda sacar de la bolsa porque está rota la correa, pero después no pude evitar entrar en pánico al pensar cómo demonios iba a correr 30 kilómetros sin saber a qué ritmo voy!

No me quedó otra opción que enfilarme hacia el parque sin él. Mi estrategia de entrenamiento sería la siguiente; correría 5 veces un circuito de dos vueltas, corro una. tomo agua, corro otra, me como mis gomitas y checo el tiempo para ver cuánto hice en 6 kilómetros. Y eso fue precisamente lo que hice.

Dicen que un corredor nunca debe esclavizarse por los productos de la tecnología, y que debemos aprender a disfrutar nuestros entrenamientos sin tener que estar preocupados por el reloj. Esto lo entiendo y lo comparto cuando se trata de un entrenamiento de 7-8 kilómetros cómodos, pero no el día que toca la carrera más larga del entrenamiento. Sin embargo, terminé todos mis kilómetros y no me fue tan mal, creo que al principio arranqué un poco más rápido de lo que debía, y tanto la fatiga como el sol que empezó a arreciar después de las 11 de la mañana hizo que mis últimos 5 kilómetros fueran un martirio, pero se terminaron y no volverán sino hasta mi entrenamiento para el siguiente maratón.

Regresé a casa cuando ya había mucho tráfico sobre periférico, había corrido mucho tiempo y terminé bastante tarde. Subí a casa, me bañé, acomodé la ropa sucia, y ahí seguía el Garmin en el mismo lugar donde lo había dejado esa mañana. Pensé que sería una estupidez tirarlo a la basura sin antes intentar repararlo. Lo conecté nuevamente a la corriente y milagrosamente volvió a funcionar como si nada. Quizás se asustó solo de pensar que tendría que acompañarme durante 30 largos kilómetros, pero al verme regresar contenta pensó lo mismo que yo pensé al terminar mi entrenamiento: podemos con esto y mas.

Hoy corrí con el y fuimos tan felices como siempre, sobre todo porque sabemos que ya terminamos la parte pesada del entrenamiento y nos espera recuperación, descanso y nuestra fiesta de kilómetros el 2 de noviembre.


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