miércoles, 24 de septiembre de 2014

Living on the Edge

FALTAN 38 DÍAS PARA EL MARATÓN DE NUEVA YORK.

Ayer me regañó mi entrenador, porque no había ido a sus entrenamientos y porque traía las piernas destrozadas por mi entrenamiento del domingo.

Me dijo que no hay que correr en Reforma ni en Chapultepec porque la superficie del pavimento es muy fuerte para las piernas, es mejor correr en arcilla. Eso ya lo sabía, pero no hay poder humano, hasta ahora, que me haga despertarme a las 5 de la mañana un sábado para ir a correr al monte o a un parque lejano.

También me dijo que me tenía que cuidar mucho si quería correr y terminar bien ese maratón, y me tengo que hacer un masaje ya, hoy o mañana, de forma urgente...

No me preocupa tanto el regaño en realidad, ni el hecho de que me tengo que tomar aún más en serio el entrenamiento, sino que ninguna de las recomendaciones que me dio las he hecho en el pasado y aún así he terminado dos maratones.

¿Cómo pude entonces terminar dos maratones de pie? Quizás los terminé de puro milagro, al borde de una lesión, pero nunca me he sentido mal tras terminarlos, salvo por los típicos achaques de después del maratón, y manteniéndome lo más lejos posible de las escaleras.

Quizás me guste vivir cerca del peligro, o más bien sea el hecho de que no me doy cuenta de los riesgos, pero por esta vez le voy a hacer caso a mi entrenador. No me cuesta nada, me quedan 6 semanas de entrenamiento, 3 pesadas y 3 ligeras, ya no es nada después de todo lo que llevo avanzado.

Si haciendo las cosas mal he terminado dos veces la hazaña, la lógica me indica que haciéndolas bien la terminaré aún mejor. Eso espero, si no, al menos espero que los grandes esfuerzos que se me vienen enfrente me ayuden a bajar un par de kilitos más antes de la carrera.

Creo que corro más riesgo lastimándome si no le hago caso al entrenador, que si le hago caso, ¿cierto?

En otras noticias y brevemente, parece ser que la naturaleza me pide a gritos que deje el ipod para correr. Primero se me borra mi playlist, después la computadora no me deja usar itunes, después la pila de mi teléfono no aguanta lo suficiente para completar mi lista de Spotify, después olvido los audífonos. Toda esa reseña, para concluir con que ayer tuve que chutarme mis 10 kilómetros de entrenamiento escuchando solo mis pisadas y mi respiración. No fue tan desastroso como lo hubiera pensado, pero me rehúso a dejar de escuchar Arcade Fire cuando corro...

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