martes, 10 de marzo de 2015

Friends will be Friends

Correr me ha traído además de cosas buenas para la salud mental y física, muchas nuevas amistades. Entre ellas están esas personas con las que he coincidido en grupos de corredores, en líneas de salida en las carreras, en aviones viajando rumbo al mismo maratón, inclusive aquellas personas que comparten mi pasión y que no conozco personalmente sino solo a través de redes sociales.

Pero nada se compara con tener un amigo que corre. Un amigo que ya era amigo tuyo, pero que ahora además de ser tu amigo, es corredor, con el que puedes compartir todo sobre correr.

Dos de mis "amigas que corren" se convirtieron en maratonistas el pasado 1o de marzo. Casi con la misma alegría con las que las vi cruzar la meta, veía los avances de sus entrenamientos por Facebook. Corrieron primero 15, después 21, después subían fotos en donde desafiaban a la temporada navideña misma para levantarse a correr 30, 32, 36 kilómetros! Por momentos pensaba que estaban locas, pero muy en el fondo no podía evitar sentir envidia por esa locura, quería correr con ellas y estar viviendo lo que estaban viviendo...

Aunque la reseña de cada uno de sus maratones debiera ser contada por ellas mismas, las dos lograron su objetivo y terminaron su primer maratón felices y, a juzgar por sus sonrisas en las fotos, con ganas de correr otro tan pronto sea posible. No me queda la menor duda de que sienten eso no no solo por haber entrenado bien y por el síndrome del maratonista reincidente, sino por el apoyo y cariño de mis otras amigas que fueron al maratón de porra con pancarta, matraca y gatorade en mano, porra que me incluía aunque yo solo fuera a correr 5 o 10 kilómetros.

Yo he estado en los dos lados de la porra. En dos ocasiones he sido una entusiasta porrista y aunque confieso que es terriblemente aburrido esperar horas para ver pasar al atleta durante 30 segundos, esos 30 segundos de compañía valen absolutamente toda la espera. Del otro lado había estado solamente en una ocasión, cuando mi novio y varios amigos fueron a Nueva York a echarme porras al maratón, otra experiencia totalmente fuera de serie que, de forma inconsciente, une a las amistades de una forma impresionante, pues ver una cara amigable en el kilómetro 37 de un maratón no tiene precio en el mercado.

La fiesta del pasado 1o de marzo fue para todas, las corredoras se convirtieron en maratonistas para toda la vida, recibieron una medalla que pueden grabar con su nombre y tiempo para la posteridad y una marca en el corazón que no se borra con nada; y las porristas representaron para mí y para las nuevas maratonistas un signo de cariño, apoyo y amistad que un corredor jamás olvidará.

A todas ellas, les quiero dar las gracias por hacer de un evento en el cual yo no participe al cien, una de las mejores carreras que he tenido. Yo no pude tomar la medalla del maratón al cruzar la meta del MIL15 , pero me llevo una medalla emocional que durará más que cualquier otra medalla que cuelgue en mi medallero. Berlín va por ellas, por todas, las que corren y las que no.

Ya todas eran mis amigas pero ahora lo son más, y no puedo esperar para festejar este logro con ellas, pues quien sabe, si en la anterior borrachera que tuvimos dos de ellas prometieron correr un maratón, quizás en la siguiente otras de ellas pasen a ser de esas "amigas que corren".

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