lunes, 9 de marzo de 2015

El Fin de la Infancia

Cansada de viajar, no he podido escribir en mi blog en varias semanas, y vaya que han pasado cosas increíbles, empezaré poco a poco...

Hace algunos meses hice la promesa junto con dos amigas, que correríamos el Maratón Lala este 1o de marzo. Esa promesa yo no la pude cumplir por varias razones, pero me dio una inmensa alegría ver que ellas sí cumplieron con esa meta, y vaya de qué manera.

Otro contagiado de la euforia lagunera fue mi papá, decidió hacer la locura de correr el maratón tras varias semanas de recuperación de una fractura, y lo hizo excelente. Como ya es costumbre, yo lo acompañé algunos kilómetros (18 para ser exacta), y para mí el viaje fue maravilloso.

Torreón es la ciudad en la que vi, literalmente, mi primera luz, viví ahí toda mi infancia y pubertad; me mudé a Monterrey a los 17 años en las vísperas de convertirme en adulto y, aunque es triste, por varias circunstancias me considero más regiomontana que lagunera. He vuelto a Torreón infinidad de veces por cuestiones principalmente sociales, pero jamás he olvidado a las personas que dejé ahí siendo yo una adolescente, y éstas tienen un lugar muy especial en mí.

Hablar de los lugares de Torreón es distinto, pues no consideraba tener atadura sentimental alguna hacia éstos, hasta el pasado 1o de marzo. Tenía años ya sin transitar por las calles de mi ciudad, sin detenerme a observar los camellones llenos de palmeras, sin pasar por el Teatro Isauro Martínez (lugar donde bailé más de 5 veces en los festivales de Ballet), sin asomarme a la tienda Gonher a donde me llevaban desde niña a comprar cassettes, sin pasar por la Central (calle en la cual pasábamos tardes enteras dentro de un coche platicando estupideces de adolescentes), sin pasar por la Alameda y recordar aquella vez que -según se lo confesé por primera vez a mi papá durante el maratón- me salí de la escuela con un par de amigos y nos fuimos a pasear y a comprar un elote, sin pasar por aquellos restaurantes a los que yo quería ir y mis papás -sin mucha explicación- nunca nos llevaban.

Me llenó de gusto que por fin pude correr en el Bosque Venustiano Carranza, y hasta los baños visité. Me dieron ganas de volver este sábado, y el siguiente, y de hacer ahí mis carreras largas aunque a la quinta vuelta lo considere más aburrido que los Viveros de Coyoacán.

Correr por las calles de Torreón fue hacer un viaje de regreso a mi infancia, por primera vez en muchos años me volví a considerar lagunera, y solamente me bastaron 18 kilómetros para entenderlo.

En mi siguiente publicación, la experiencia del Maratón Lala, la hazaña de mis amigas (las nuevas maratonistas y las que fueron de porra), el por qué tendré que correrlo algún día, y demás curiosidades relacionadas...

1 comentario:

  1. Siempre serán laguneros tú y tu hermano hija, ahi nacieron, fueron a la escuela, tuvieron sus primeros amigos, muchos de ellos siguen siendo sus amigos como Claudia Sofia, y siempre que vayas tendras ese sentido de pertenencia. Te va a gustar pasar por donde viviste y recordar momentos que creias olvidados. Las gorditas, la nieve de Chepo, la corrida, la cochera, el tio Taco, los farolitos, serán siempre recuerdos de los restaurantes a los que si te llevabamos porque eran los de nuestro presupuesto, jaja. Ojalá regreses seguido para que no pierdas tus raíces pequeña!!

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