martes, 28 de julio de 2015

A Puro Dolor

Hoy tuve que romper mi racha de desmañanadas, iba muy bien pero pasó algo que ni se puede prever, ni se puede desatender: tengo cólico.

La regla me afecta, me afecta mucho, haciendo ejercicio o no. Desde la adolescencia he padecido de cólicos fuertes, no tanto como algunas de mis amigas que han llegado al hospital, pero sí dolores lo suficientemente intensos como para tumbarme en la cama un par de horas y dejarme sin energías. He sufrido un par de desmayos y de verdad puedo llegar a subir 2 kilos y medio en estos días (hoy por ejemplo me puse los anillos en la mañana y no me los puedo quitar, no es obesidad pues ¿cuánto tendría que engordar para que me engorden los dedos de las manos?).

Remedios hay miles y trato de hacer al menos lo siguiente para no sufrir tanto estos días: llevo la calendarización de mis periodos para que no me tome por sorpresa, tomo té de arnica, un par de pastillas de ibuprofeno, trato de mantenerme activa, si el dolor apremia uso algo caliente en el estómago, trato de comer ligero antes y durante aquellos días, intento (de verdad con todas mis fuerzas) no ponerme más temperamental de lo acostumbrado.

Lo que he aprendido en los últimos años en que soy tanto mujer como corredora, es que a diferencia de muchas, a mí la combinación ejercicio + cólico no me trae nada bueno. Supongamos que en este momento tengo un cólico con intensidad 2, si decido trotar un poco aunque sea a baja intensidad, terminando el ejercicio tendré un cólico intensidad 8. ¿Habrá valido la pena el entrenamiento? Siempre es mejor entrenar que no entrenar, pero ante la amenaza de un cólico intensidad 8 todo cambia.

El periodo nunca me ha llegado a arruinar una carrera, pero la historia más significativas de este tema fue en un Medio Maratón de Austin (en el 2011 si mal no recuerdo). En ese entonces era cuando más entrenada estaba, ya conocía la ruta, había entrenado de forma ejemplar y estaba en perfecto estado físico y mental. Sucede que despertando en la madrugada de la carrera me di cuenta que había llegado Andrés. Empecé con un ligero dolor de abdomen pero una pastilla lo logró controlar. Pensé que no sería capaz de correr, pero ya estaba ahí, no podría hacer otra cosa. Corrí a ritmo pausado pero constante hasta el kilómetro 16 que fue donde empecé a sentir mucho cansancio. Paré un poco, caminé quizás 500 metros de los 21 kilómetros con 90 metros que tiene la competencia, pero mi ritmo nunca fue el idóneo. Al final hice poco más de 2 horas 8 minutos, pudiendo haber hecho 2 horas 5 o menos; el cólico me empezó alrededor de las 10 de la mañana y me atormentó por 2 días.

También quizás pueda adjudicar mi mala vibra en el Medio Maratón de la Ciudad de México al síndrome premenstrual, por alguna razón el domingo corrí enojada, inconforme, harta. Pocas veces me ha pasado esto pues suelo ser una persona que se llena de energía y entusiasmo al correr. ¿Pretexto? Quizás, pero suena muy lógico, casi razonable.

Así que hoy por la mañana sonó el despertador, me paré al baño, tomé una pastilla de ibuprofeno y regresé a dormir. Un par de horas después amanecí con ojos de sapito y con ganas de correr, pero creo que es mejor esperar hasta mañana, no voy a cambiar mi dolor intensidad 3 por algo mucho peor.

¿Qué pacto con el diablo tendrán las mujeres que no padecen de estos dolores? ¿Dónde me formo?

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