martes, 13 de enero de 2015

Consolation Prizes

Antes de que yo corriera mi primer carrera pensaba lo mismo que piensan muchos, ¿realmente vale la pena levantarse a las 5 de la mañana un domingo, pasar frío o calor, amontonarse junto con mucha gente más, cansarse antes de haber desayunado, y todo para recibir un plátano y una medalla de plástico o metal que recibe hasta el policía que cuida el tránsito?

La respuesta es SÍ, todo eso vale la pena, y peor aún, la percepción de toda persona cambia desde la primera vez que un tercero le cuelga una medalla en el cuello.

Los primeros meses que empecé a correr me obsesioné con las medallas, quería recibir una nueva cada fin de semana y no le daba sentido a mi entrenamiento del domingo sin haber cruzado una meta. Con el tiempo (y con mi objetivo de correr un maratón) eso cambió y ahora no corro muchas carreras, tan es así que en todo el 2014 solamente corrí 5: tres de 10 kilómetros, un medio maratón y un maratón. Extraño la adrenalina de la línea de salida pero mis piernas agradecen no pisar asfalto cada domingo.

Después de varias mudanzas ya por fin tengo en mi poder todas las medallas que he recibido por las carreras en las que he competido, en total han sido 56 medallas, y una distancia total recorrida de 3,000 metros de natación, 100 kilómetros de bicicleta y 769 kilómetros de carrera. Cada una de estas carreras encierra una aventura, ya sea porque casi me quedo dormida, porque ese día no sirvió el iPod, porque se terminaron las aguas en el recorrido, porque corrí mi primer triatlón, porque me caí en el maratón y rompí mi Garmin, o porque logré mi récord personal.

Tras varios intentos por encontrar la mejor forma de exhibirlas, he encontrado por fin un medallero que me gustó, el único problema es que solamente caben 50 medallas, por lo que tuve que dejar varias muchas fuera del medallero, y dejar solamente las más significativas, siendo éstas las siguientes:


¿Por qué son especiales? Detallar cada una sería como escribir un libro, pero ninguna de estas (ni las que dejé fuera del cuadro medallero) la he recibido pensando que es un premio de consolación, un simple pedazo de metal con una correa mal acomodada que le entregan hasta al policía y al voluntario que acomoda las aguas. Todas las he sentido únicamente mías, como si fuera distinta a la que recibió la persona de al lado, como si cada una llevara mi nombre y mi apellido.

¿Hasta dónde llegaré en distancia recorrida con mis medallas? ¿Y si esa es la distancia que llevo en carreras, cuál será la distancia que he recorrido durante mis entrenamientos? Quizás ya haya ido hasta el sol y regresado, nunca se sabe.

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